El desgarrador sonido de una
guitarra eléctrica me trae la paz necesaria que buscaba hace un par de días,
después de un sinfín de excesos entre sexo dragas y alcohol, cuando intente
dejarlo todo para enrielarme en el camino que me lleva al éxito, fue ahí cuando
mi cabeza descolocada me llevo al infierno y más abajo con la necesidad de
alcoholizarse para encontrar el rumbo.
Un grito agudo y desgarrador oyen
mis oídos, es el sonido de la liberación, de querer mirar adelante y no tocar
el pasado que te viene pisando la sombra de un recuerdo ya olvidado, de un
sentir desgastado de un color ya integrado.
Una batería que marca mis pasos y
mis caídas y que con el paso del tiempo ese sonido se hace más y más y más
fuerte que hace mover la cabeza hacia delante y hacia atrás a modo de aceptar
tu pasado y decirle SÍ, a todo aquello que vendrá.
Tú largo pelo desordenado y sexy
a la vez, tan criticado y amado que entrega rudeza y paz, que agobia y
tranquiliza a quien tuviese la oportunidad de acariciarlo.
Tu sonrisa tatuada, tan blanca y
soberbia, tan inocente y brutal, atrae miradas de distintas partes del mundo
atrae a miles de personas con palabras absurdas de una realidad que en algún
momento se descontrolo y alguien tiene que decirlo para que se escuche, aquí
y al mundo.
Tus ropas negras “príncipe de cuero”, perfectas encima de la
piel, demuestran la rudeza y la inteligencia de un personaje infinito, que se
multiplica por muchos quienes quieren ser como tú, pero como yo, solo nos
quedamos en el intento.
Escucharte, mirarte y vivirte es
lo que muchas veces me hace falta y provoca que retumbe mi imaginación por
distintos recovecos del universo donde todo es perfecto, se siente sin
prejuicios, se toca sin miedos y se ama sin condiciones.
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